Alcobendas. Bebo un café amargo a las 16 de la tarde. Acabo de decirle a una compañera que me preocupa su mustiez y que la quiero. Pero empleé otras palabras. Le dije, más o menos textualmente: "Ven acá; te voy a dar dos hostias que te vas a enterar". Acto seguido reflexioné. ¿Estoy mostrando cariño o frustación?, fue un proceso mental rápido, como una ráfaga que oxigenó mis ideas. ¿Miedo a mi idea maniquea y cursi de lo que debe ser la ternura? ¿Deseo de ser original a cualquier precio, aún al de pensar que desagrado intentando agradar? Hay que medir las palabras.
Hoy, de intentar ser cariñoso a politicamente incorrecto, hay lineas tenues. Quizá porque vivimos encerrados en nuestra concha, e interpretamos el mundo a través de nuestra nube. Quizá porque necesitamos gustar, y gusta lo que no escandaliza. Hay tanto miedo al escándalo y sin embargo, sus consecuencias están por todas las esquinas, impregna la piel de los viandantes, se anuncia en grandes titulares en las revistas y abundan las ruedas de prensa de los desmentidos.
Pero, ¿que es el miedo, y porqué repito tantas veces esa sensación, ese sentimiento, esa palabra? Miedo. Vivimos entregados a él en una suerte de trueque sentimental. Él nos libra de peligros, y nosotros le hacemos hueco en nuestra vida para que atisbemos en los pequeños temores cotidianos, peligros antaño inexistentes, a saber: cadenas de atentados terroristas en supermercados de Madrid, cartas de Internet, enviadas a amigos a los que le han dicho amigos que un amigo le dijo que, alguien se despertó una mañana después de una noche de loco desenfreno, y descubrió, por un mensaje en el espejo del baño, que su fugaz y dulce compañía le había contagiado el SIDA. Los miedo son esas flechitas que van a clavarse donde más nos duele, en nuestra seguridad y en nuestra ignorancia. Y a veces nos hace hablar con palabras que no queremos. Y al mismo tiempo es tan difícil que todo sea correcto.
A intervalos, sale el sol de entre un universo de nubes grises.
Hoy, de intentar ser cariñoso a politicamente incorrecto, hay lineas tenues. Quizá porque vivimos encerrados en nuestra concha, e interpretamos el mundo a través de nuestra nube. Quizá porque necesitamos gustar, y gusta lo que no escandaliza. Hay tanto miedo al escándalo y sin embargo, sus consecuencias están por todas las esquinas, impregna la piel de los viandantes, se anuncia en grandes titulares en las revistas y abundan las ruedas de prensa de los desmentidos.
Pero, ¿que es el miedo, y porqué repito tantas veces esa sensación, ese sentimiento, esa palabra? Miedo. Vivimos entregados a él en una suerte de trueque sentimental. Él nos libra de peligros, y nosotros le hacemos hueco en nuestra vida para que atisbemos en los pequeños temores cotidianos, peligros antaño inexistentes, a saber: cadenas de atentados terroristas en supermercados de Madrid, cartas de Internet, enviadas a amigos a los que le han dicho amigos que un amigo le dijo que, alguien se despertó una mañana después de una noche de loco desenfreno, y descubrió, por un mensaje en el espejo del baño, que su fugaz y dulce compañía le había contagiado el SIDA. Los miedo son esas flechitas que van a clavarse donde más nos duele, en nuestra seguridad y en nuestra ignorancia. Y a veces nos hace hablar con palabras que no queremos. Y al mismo tiempo es tan difícil que todo sea correcto.
A intervalos, sale el sol de entre un universo de nubes grises.
2 comentarios:
Me está gustando es blog, solo decirte que me encanta escandalizarme con tus palabras, aunque enrealidad las metens sucias no existen, sólo diversas interpretaciones
Gracias! Pero quizá, no sean las interpretaciones esas cosas que llamamos mente sucia?.
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