Las cosas, con tiempo, salen mejor. O no.
Hace un mes, más o menos, decidí dejar de fumar. Y comenzar a hacer ejercicios. Y moderar la ingesta de carbohidratos. Y todas las decisiones las tomé al mismo tiempo. Y, por supuesto, todo a la vez
Anteayer por ejemplo, era un mal día para dejar de fumar. Estuve con tres amigos en un bar, entre copas y gogos en topless sobre las barras. El ambiente ya estaba enrarecido y además sobrecargado por los juegos de luces, la estridencia de la música y el humo. Mucho humo. Yo, fumador social, no lo pude, ni lo quise evitar.
Ayer, fue tarde de tormenta, pero extrañamente llovió poco. El resto de ella (de la tarde) se mantuvo monotemáticamente gris. Salí al portal y encendí otro cigarrillo. Cayó una semi lluvia, una cuasi lluvia, una llovizna de mierda, que me supo, no solo a poco, sino a nada. El ambiente continuó tan cargado en ese instante como lo estaba la noche anterior en el bar. La lluvia indecisa no alcanzó ni para hendir las grietas del pavimento. Fumé mirando morir la tarde entre las nubes y el horizonte.
Ayer, fue tarde de tormenta, pero extrañamente llovió poco. El resto de ella (de la tarde) se mantuvo monotemáticamente gris. Salí al portal y encendí otro cigarrillo. Cayó una semi lluvia, una cuasi lluvia, una llovizna de mierda, que me supo, no solo a poco, sino a nada. El ambiente continuó tan cargado en ese instante como lo estaba la noche anterior en el bar. La lluvia indecisa no alcanzó ni para hendir las grietas del pavimento. Fumé mirando morir la tarde entre las nubes y el horizonte.
Hoy ha llovido como si la lluvia quisiese vengarse de mi desprecio. Me caló hasta la vida. Siento la garganta hecha una lija, me duele la cabeza, y tengo el frio metido hasta en el tuétano. Un buen día para dejar de fumar.
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