lunes, 18 de enero de 2010

Lunes

La dicha es encontrar lo inesperado a la vuelta de un sueño, al doblar una esquina, tras el cambio de la luz de un semáforo, o cuando se apaga el neón al amanecer. La dicha puede ser una palabra, un cambio de rumbo, el aguacero cuando escampa y sube el vapor del asfalto y te acaricia las piernas. Puede ser un campo recién arado, la luna detrás de las nubes, el sol tragado por el horizonte en una tarde invernal. La dicha puede ser el silencio o el ruido, la guerra y luego la paz, el aire inmortal que te invade poro a poro, o el ahogo tras el sexo. La dicha puede ser una lágrima o el llanto contenido, el pecho lleno de palomas aleteando cuando ves un niño, el dolor convirtiéndose en cenizas, y tú y yo a solas un domingo.

sábado, 16 de enero de 2010

Haití

¿Donde estaba yo, cuando en Haití tembló la tierra, sepultó la vida, y ni el vudú impidió la catastrofe?


Donde estaba Madrid (volcado en la desmemoria, en las rebajas, en el mundo del consumo hedonista) cuando la Tierra se cobró el tributo de la vida de Jean Francois, Nicole, Toussaint?


Donde estaba Washington hace tan solo un año, cuando el suelo temblaba leve, y sin embargo morían mujeres y hombres, y perros y niños, y moría hasta la memoria desde tiempo inmemorial; morían de sed y de hambre y de ilusiones destrozadas y de sueños rotos y de desgobierno y de hastio, en Haití?

viernes, 8 de enero de 2010

El sofá esta abierto. Una sábana cubre su cuerpo. Está desnuda y casi me da un vuelco el corazón cuando su pierna sale del edredón y se posa encima de la mía. Tiene los ojos como almendras y lee un pasaje del Cantar de los Cantares, un pasaje que habla de sus senos de miel, mejillas sonrosadas; ave mía. La tele dejaba un destello que salta de sus pupilas a mis ojos y su boca; entreabierta como un torrente de agua rompiendo contra las piedras, a mi boca. Parece estar rezando, en inglés, un padrenuestro. Y habla con palabras de Salomón, soplándome al oído besos, versos y palomas.

lunes, 4 de enero de 2010

Fábula vegetal

Vamos a ver como te lo cuento...
Era por año nuevo o fechas cercanas, cuando descubrí que en el patio de mi casa había nacido una pequeña rama adosada al muro. Al principio, pensé en arrancarla, pero por lástima, o por indecisión, la dejé ahí, para que el frío de enero la secara. A mitad de mes la planta seguía ahi, con sus dos ramitas y unas minúsculas hojas asomando por las retículas, pero del mismo tamaño y con la misma fuerza. El frío no había hecho mella, ni en ella, ni en su vigor. Sin embargo las raices habían comenzado a crecer, y la humedad rodeaba en cerco, todo el recorrido de las mismas por la pared. Dos meses más tarde comenzaron las primeras grietas. En la pared apareció, primero como un hilo, luego como una marca y más tarde como toda una profunda cavidad, la grieta que se convirtió en más, y más grande, ramificándose en intrincados recorridos, amenazando con derribar la pared... Amenazando porque la misma red de raices, servía de sostén al débil muro. La pequeña rama, seguía siendo, del mismo diminuto tamaño que el día en que la descubrí adosada a la pared. Sus ramas, indefensas y raquíticas; pero su base, cada vez mayor y más profundas. Al princicio tuve la idea de arrancarla de cuajo. Pero eso significaría que media pared iba a dar con sus escombros al suelo. ¿Debería reconstruir luego, o dejar el hueco como testimonio de mi abandono? Ya sé, revocaría la pared, sepultando las raices y la minuscyula plantita. Pero tenía el extraño presentimiento de que volvería a salir, y en mi imaginación desbordada, que renacería, no con más vigor, sino con más rabia y terminaría por engullir mi casa. Aprendería a vivir con ella, apesar de que paso a paso, se va haciendo dueña de toda la casa. Estamos a mitad de abril, y me siento a la sombra de sus raices que me cubren del fresco viento primaveral, a la vez que veo aumentar su poder sobre mi y las paredes de la casa...

Moraleja:

1. No te fíes de lo que parezca debíl, si no sabes hasta donde alcanzan sus raices.
2. La confianza es como el agua que se filtra en una cueva; deja restos de los que puedes arrepentirte en el futuro.
3. Si la vida te da limones, te da limones. Tú decides si son para hacer una buena limonada, condimentar tus alimentos o recibir un empacho de vitamina C, pero asúmelo: la vida te da limones...