martes, 14 de septiembre de 2010

CULTURA DEL TODO GRATIS 2

Tres puntos finales: unos puntos suspensivos. La inacción. La suma que termina en cero.

La Historia no se dejó matar tan fácilmente, y huyendo del punto de mira, hizo un corrimiento hacia el magenta dejando tras sí la puerta abierta a una retirada decente del mal tirador Fukuyama. Testaruda, se niega a un sacrificio, por otra parte imposible, porque el hombre para tener un presente necesita un pasado a su forma y semejanza. Los 90 fueron los años en que inventamos un traje a medida para la palabra nihilismo. No sabíamos que significaba, posiblemente tampoco lo tengamos muy claro ahora, pero algo sí sé. Mi generación era nihilista en estado puro. Existían nuestras regla, nuestra ley, las soluciones con nuestro nombre y tres formas de hacer las cosas: por las buenas, por las malas y a nuestra manera. Fue la respuesta a un presente que paradójica y conscientemente quiso asesinar su pasado. La contraparte, fue la idealización. Todo lo nuevo, lo distinto, lo lejano era un fin que alcanzar. Eramos una especie de románticos descreídos, unos anarquistas utópicos y unos revolucionarios vacíos de contenido. Eramos el todo por el todo, sin escafandra, sin armaduras, sin protección, solo con condones.

Entonces la Revolución fue ver la tele. El videoclip mató a la estrella de la radio y transformó la vida en una secuencia de como máximo, tres rápidos minutos. El virus de la desidia colapsó en los despreocupados 90 del "dont' worry, be happy". También fue la tumba definitiva de todas las auténticas Revoluciones. Lo que había sido experimento creativo de libertad, se transformó en repetición y conformismo. La reiteración, el eterno refugio del mediocre, se impuso como ley de vida y modo de subsistencia. Hoy, asimilados ya por el mercado, los videoclips se han vuelto Sagrados Lugares Comunes , con sus cánones e impuestos al valor añadido. Su reino no es de este mundo, es el terreno de las ondas hertzianas de la tele. Y la tele, de mero aparato pasa a modelo, ente vivo, acompañante incondicional. Escuela y templo, ara que sostiene un mundo efervescente, al que se les han quitado las curvitas para ampliar su contenido, y que quepan en él, desde un niño que pudo salvar su vida, y la de su familia desde su trona,

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hasta un pedo en directo

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