viernes, 22 de junio de 2007

Imagine

Imagine, estimado amigo-lector, que estemos distendidamente hablando del fútbol, y de pronto nos quedamos sin nada que decir. Entonces, y sin venir a cuento, le pregunto: ¿Es cierto que los blancos la tenéis pequeña?, la polla, digo... ó ¡Que lástima, chico; con solo 35 años ¡ya te estás quedando calvo!... seguro pensarías de mi: "Este tipo es tonto" Puede que no te enfades, puede que hasta que te rías y en la próxima reunión con tus amigos le comentes: "¡He conocido a un tipo rematadamente idiota, ja, ja!". Pero imagina más allá. Imagínate que siempre que te veo te voy con la misma historia. Cómo la primera vez me resultó ingenioso y nos reímos juntos, ahora cada vez que quiera hablar, dirigirme a ti, o reírme de ti, vaya con el mismo cuento: Que si la tenéis pequeña, que si te estás quedando calvo como una bala de cañón, que si pareces una uva pasa de lo estruja'o que te estás quedando… Llegará el día en que te enfadarás mucho, pero mucho, mucho, y me mandarás a la mierda. No vas a querer hablar más conmigo, y con razón: "¡Es que eres muy pesadito, macho!" Es que !todo el día ahí, con la soniquete, estigmatizando, clasificando, tocando los cojones! ¿Es que para ti no tengo nombre, y soy solo el blanco calvo y arruga'o ese que la tiene pequeña, como todos los blanco, excepto el Nacho Vidal?

Pero sigamos imaginando. Imagina que tengo un superpoder de la hostia, de esos de transformar la realidad, y te teletransporto; puestos a imaginar, a un sitio en que seas parte de una minoría de blancos, honrados y humildes, que se ganan el pan con le sudor de sus frentes, en un país gobernado por unos nativos no blancos, económicamente solvente y rabiosamente chovinistas. Como Arabia S.A.udí, pero a lo bestia. Imagina que tengas que amoldarte a sus costumbres (allí donde fueres, haz lo que vieres..., ¿no?). Nada de mear ni de alcohol en los sitios públicos. El sábado, día de descanso obligatorio, nada de bares a mediodía; ir tapadito, nada de brazos y tripa al aire. Vamos, cositas de este estilo.
Los nativos dicen que no quieren meterse en tu vida, pero no acaban de comprender como puedes comer algo tan inmundo como el cerdo en todas sus variantes, y entre ellos se divierten contando la cantidad de pelos que tienes por todo el cuerpo, o lo raro que hueles. Cómo habláis distinto idioma ni tan siquiera han hecho el intento de entenderse contigo. No se explican como dormís 8 en la misma casa; ni les gusta tampoco ese estrambótico sonido de chunda-chunda y gorgoritos que tú insistes en poner todos los fines de semana en tus saraos hasta las 3 de la madrugada. Y cómo no te entienden, ni te conocen, alertan a sus hijos, y sobre todo a sus hijas, del peligro que representas, porque: con esta gente nunca se sabe.

Imagínate que en este lugar hay politicos, y los de turno hallan encontrado un filón azuzando el temor a ti, como inmigrante, y lo estén explotando con mayor o menor fortuna en su provecho porque, aunque tú no tienes culpa por haber no nacido fuera de allí, debes seguir siendo un ciudadano de 2ª o 3ª para cubrir los puestos de trabajo que los nativos no quieren ocupar. ¡Ajo y agua, papito! A ti te recuerdan todos los días que te beneficias gratuitamente de uno de los mejores sistemas de seguridad social del mundo (recuerda que estamos imaginando); pero no te dicen que lo financias con tu sueldo de mierda. Tú utilizas uno de los mejores sistemas de transporte que hay, es cierto, pero también recibes en él la hostilidad y el rechazo de parte de la población nativa. Si viajas en tren, viajas solo. Si no hay más remedio y alguien se sienta junto a ti, o te sientas tú; por ejemplo, junto a esa señora gorda de allá, ésta, automáticamente se cambia el bolso de brazo apretándolo fuertemente debajo de la axila más alejada de tus manos y te fulmina con la mirada.

Cuando llegas a casa, y haces resumen del día lo primero que piensas es, ¿Pero por favor, donde he caído? Subes por la escalera mellada y paredes llena de desconchones que te lleva a tu casa, da gracias. Vives en el único barrio en que tu voz no era un pasaporte para continuar durmiendo a la intemperie, donde tu acento no te delata al preguntar el precio de un alquiler: Cuantas veces has escuchado eso de: Lo siento, el piso está alquilado (y ves en el periódico que el piso se sigue anunciado, que el puto piso sigue ahí) o, perdone, pero prefiero alquilarle el piso a alguien de aquí, gracias., piiip, piiip, piiip, piii... Cuando al fin encontraste casa, tuviste que adelantar tu sueldo de dos meses y tres meses del sueldo de tu mujer. Pero no tienes opción. Pagas. Porque viniste a eso a pagar por labrarte un FUTURO, a currar, ¡y entre tantas negativas cualquier "si" es una oportunidad de oro, y es cojonudo, macho! Cruzas con cuidado por sobre los cuerpos de tus compatriotas dormidos que alfombran el pasillo, de la puerta hasta la cama, y te acuestas, haciendo un duro resumen del día. El tipo que ves todos los días en la glorieta, que te contrata por dos duros la hora, señalándote con el dedo para que montes en la camioneta. El “paseo” hasta el tajo, los codos tropezando con cada bache del terreno; el calor sofocante, el capataz gritando: ¡Mueve esas putas tablas de ahí, joder…! El regreso a casa, el grupo de jovencillos que para incordiar comenzó a insultar, a gritar, a armar jaleo, el temor, el sudor frío, el miedo… la frase retadora en pleno rostro: ¡¿Que miras blanco de mierda?! (estamos imaginando, recuerdas?)

Imagina tu indignación, tu indefensión porque eres ilegal, tu falta de derechos porque eres ilegal, tu imposibilidad de sindicarte porque eres ilegal, no poder denunciar una agresión o un despido porque eres ilegal; estar siempre en la mira, del patrón, del agente de seguridad de un gran almacén, de tu casero, del portero de cualquier discoteca. Te duermes. Imagínate entonces que sueñas. Que vuelves volando a tu tierra, a cualquiera de las Playas de Alicante donde veraneabas con tu familia, que recorres como un pájaro los campos de Castilla (del Quijote y Machado) y las aguas del Ebro. Imagina que eres dichoso, que tu sueño son las únicas horas de auténtica felicidad a lo largo el día. Hasta que suena el despertador. Es otra vez lunes, vuelves a la rutina.

No me invento nada, estimado amigo-lector. Esto que para ti, puede ser un juego de abstracciones, un mundo al revés casi imposible, para muchos inmigrantes es la pura, la dura realidad.

Si crees que exagero sigue estos links.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por desgracia no exageras y que por suerte mi educación no me ha enseñado a coger el bolso con fuerza y apretarlo bajo mi sobaco cuando un inmigrant se sienta a mi lado y espero no hacerlo nunca.

Celia

Pd: Creo que Nacho Vidal que creo que también se merece una mencion especial

JULIO dijo...

Vale, hay que darle valor al producto nacional, ja, ja, ja