miércoles, 7 de enero de 2009

Marcos, querido amigo


Hoy estoy medio postrado. Nada grave. Me ha subido un poco la tensión y se me ha complicado con unas diarreas. Espero recuperarme porque en la tarde he quedado con una joven que va a poner a prueba mi corazón. Asi que lo poco que hago es leer.

Ahora disfruto como un niño con los: “Ensayos sobre cubanos” de Salvador Bueno, un catedrático idem, ya fallecido. En uno de sus capitulos; el que dedica a Maria de las Mercedes Santa Cruz y Moltalvo, la condesa de Merlín (nuestra primera jinetera y la que más alto ha llegado, de momento), dice que esta se sirvió del género epistolar; tan de moda en esos momentos, para escribir un libro al que llamó “HAVANNE” en su francés culto y puro de putilla palaciega. Plagiando un poco de aquí, recibiendo mensajes de allá, con alguna conversación que otra, y alguna carta también, recogió información suficiente para convertir los datos en tres tomos de cartas con un retrato de la Cuba de principios del s.XIX. Y entonces pensé en mi mala memoria y dije: ¡Toma, pues voy a escribirle unas notillas al Quillo!, unas cartas en las que le cuente lo que vi, como Matt el viajero a su querido sobrino Bobo.

Una buena epístola ha sido la mejor forma de transmitir noticias (chismes) desde Goethe y Madame Merlín hasta el día de hoy. Por eso voy a escribirte esta carta; me gustaría contarte, por ejemplo, algo a lo que acabo de enfrentarme y que me desconcierta un poco. Eso que llamó Milan Kundela, la insoportable levedad... Creo que estoy haciendome mayor.

El güayabero resume filosofía, psicología y experiencia en un verso:

...la vida es un pasaje de ida en tren, a la eternidad.

No me estoy poniendo viejo. Ponerse viejo es ver tranquilo como pasa el tiempo, y desear que todo llegue a su fin. Yo le tengo miedo a la muerte lo que me demuestra que estoy lleno de vida. Pero ahora miro hacia abajo antes de bajar la acera, al cruzar una calle me aseguro dos o tres veces antes, prefiero los ascensores a las escaleras; y lo mejor, las chicas de 18 me parecen niñas.Como dice la madre de mi amigo Fernando Bécquer: Viejo no eres, pero ya estás en trámites. Debí haberlo intuido, aunque ya sabes que soy negado para las señales. Por eso te escribo; porque lo de mi memoria puede ser otro sintoma; no perderla, que estoy muy joven, sino olvidar lo inmediato. Pero sobretodo te escribo para entender. Para explicarme algunas de las cosas que a pesar de no ser nuevas para mi, no dejan de sorprenderme.


Sabes que siempre de deseado morir entre los brazos (o las piernas) de una dama, asi que ne he recuperado, querido amigo. Ahora que se puede acercar el momento, he de confesarte que, a punto de no ir a la cita; temía que en vez de morir de un infarto me cagase en medio de aquello. No obstante; la fuerza del deseo me empujó contra ese polvo divino y nacional, que aquella tarde... no eché. Como lo lees. Con la bobería se me olvidó concretar la hora y el sitio exactos. Dijimos, el martes quedamos en el Pabellón Cuba de 6 a 8. Pues 6 a 8, el martes, en el Pabellón Cuba se hizo la superpresentación, de tres pares de narices, de un libro de 50 canciones por el 50 aniversario de la Revolución, en el que 50 escritores, 50 cantantes (de los cuales solo cantaron 10) se encontraban allí, amén de mucho, mucho, mucho público. 50 periodistas de la prensa y 50 cámaras de televisión, se centraban en un escenario de los más sencillo, blanco, una mesa cubierta por un mantel blanco, escoltada por dos palma arecas (Chrysalidocarpus Lutenscis), bajo un framboyan en flor y una bandera cubana. Frente a la tribuna, espectadores de los más de 50 puntos de la geografía habanera; sentados a la espectativa de lo que iba a acontecer bajo una llovizna, que no era tan fuerte, o que decidieron resistir con el indomable sacrificio de que hace gala el cubano cuando defiende “algo que es suyo”. Además; más de 50 actividades sesionaban paralelamente, y se podrían resumirse en 5. Un espacio para descargarse más de 50 Mb en fotos de Historia de Cuba; casi todas de Fidel; música de conciertos, dos videos musicales y 25 videos históricos, varios de ellos de hace más de 50 años. Otro, en el que un grupo de trovadores cantaban como Dios manda, a la forma tradicional, o sea, sentados en una banqueta, o de pie con la guitarr aen bandolera, ante más o menos 50 y pico personas; no ante la jauría de adolescentes hormonados que es La Casona. De eso hablaremos más adelante. Las actividades restantes eran: una librería itinerante a la que para entrar debes despojarte de cualquier maletín, mochila o bolsa que te insite con su malvado influjo a robarte un libro; en Cuba no hay alarmas y/o demás artilugios camuflados entre las páginas; una barra donde el logro principal de los tres camareros es que no se les olvidase a ninguno tu pedido; y, al final de las actividades unos conciertos de Jazz pa' cortar el aliento, en serio.

Llevo días en que me quedo narcolépsico en cualquier esquina, como tú. Yo lo justifico con el jetlag, mi padre con que eso es sintoma de vejez, mi madre me toma la tensión cada 6 horas y me medica. Asi que cada tarde me acuesto a leer y me echo una cabezadita de unos minutos. Pero hoy acabé echando una siesta de casi 2 horas, de las 4 hasta casi las 6. Me cago en... Me levanté, hice con la cama un ovillo, otro con la ropa y salí corriendo justo a las 6 menos cuarto. Te quiero recordad que me esperaba mi ninfa.

La conocí en la Casona. Este, para hacerte breve el cuento, es un espacio cultural, que lleva René de la Cruz, un actor cubano y amigo, en el que hace dos años cuando fui se reunían los amantes de la Trova, a escuchar, ya en esa época menos, a los jovenes trovadores. Ahora, una tribu de EMOS y MIKIS, asaltan el espacio desde las 7 de atarde hasta que cierra. EMOS (emosexuales) y MIKIS (pijos cubanos), son dos tribus urbanas que junto a los REPA (macarras, pero sin estilo, pero con pasta) conviven en una armonía a veces inestable, pero nunca turbulenta con FRIKIS (amantes del rock duro), que cada día son menos, y FARANDULEROS (bohemios, escuchan musica de cantautores). En aquella marejada de hormonas desesperadas, de jovenes buscando acomodo en una sociedad que se mueva más que una canica en una lavadora, vi a una chica, menuda, sonriente, con los dos ojos más vivos y negros de Ciudad Habana, el pelo recogido en un moño, las manos brebes y la sonrisa enorme y limpia, acercarse a Mi amigo Fernando Becquer. La beso, me la presentó y me enamoré. Entonces dije la tontería de: el martes quedamos en el Pabellón Cuba de 6 a 8. Canté, nos fuimos a coger el bus, se bajó y se marchó, llevandose además mis ojos que se perdieron tras ella, mientras la güaagüa también se iba.

Llegué a la parada justo cuando salía el autobús que me acercaría hasta la Calzada de Diez de Octubre. De ahí al Vedado quedaba un suspiro tomando el P-9, pero en “botero”, el suspiro es más corto. Para tu información, estos son unos coches por los que pagas 10 pesos cubanos, unos 0,30 €, pero que no podrás tomar tú, a menos que hables como cubano, vistas como cubano, y no te delate nada que te haga parecer extranjero. No es discriminación, que no te engañe el sentido occidental de la igualdad por el cual todos tenemos derechos. Aquí, los cubanos tenemos unos derechos, los extranjeros otros y los que vivimos en el extranjero, y los dirigen el cotarro, los tenemos todos. Tú puedes entrar en las tiendas con carácter preferente, puedes comprarte una btella del ron que quieras en el momento que quieras y no esperar a reunir el dinero durante meses; te atienden cuando enfermas en hospitales solo para tí, y si te sientes nostálgico puedes subirte a ver la vista más linda de la Habana desde La Torre (cuando vayas te llevaré allí). Nosotros podemos coger el taxi botero y tener libreta de abastecimiento. Los que vivimos en el extranjero sostenemos en parte el sistema de salud con nuestras remesas, y los líderes tienen a sus hijos colocados en puestos de responsabilidad y viajan con sus queridas a playas de Cancún. Como ves, todo atado, y bien atado. En fin, que al ir a montarme en el coche, revisé mis bolsillos, los cinco del pantalón y los cuatro de las cinchas, y descubrí para mi encabronamiento que no tenía ni dinero, ni el pasaporte encima.

Sin esperanzas de llegar a tiempo, regresé a mi casa… Me consolé con la idea de no ver a Ester, que así se llama mi bella musa de 18 años, la mujer con los ojos más negros y más profundos del mundo.

Como ves, no me falla solo la memoria, también me falla la atención. Por eso escribo, para no olvidar nada, para dejar las cosas colocadas en su sitios Llegué tarde de cualquier manera, asi que me consolé con la frase justa para estos casos: Igual ni ha venido.

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