miércoles, 29 de julio de 2009

Lágrimas de cocodrilo

El mundo es complejo y el ser humano más. Lo que nos define, diferencia de los animales y determina como primer escalón de la pirámide es el berenjenal en que nos metemos día a día y hace de nosotros seres tremendamente contradictorios, enrevesados, laberínticos.
Cuando caemos en contradicción nos gusta justificarnos casi con placer. Nos da igual, nos la pela. Nos duele cuando somos víctimas de los otros. Lo peor es que, cuando vemos que alguien cercano se emberenjena somos implacables guardianes de la rectitud, casi ayatoláhs. ¡Cómo metemos el dedo en la madeja hasta encontrar la punta del ovillo, y tirar, y tensar, y ser unos hijos de puta! No nos importa que desenredando terminemos enredando aun más, haciendo nudos, quebrando hilos, embrollando. Sin embargo, se cae una abuelita en la calle y prestos y solidarios vamos en su ayuda, rescatamos los perros abandonados y le ponemos nombres de artistas o famosos creyendo que así levantamos su autoestima. Nos vamos a África a enseñar a los pobres las artes de la pesca, y al final del día dejamos una rastro de hijos sin padre, costumbres trastocadas y colmillos de elefantes a nuestro paso. Sembramos la subida a Machu Picchu de latas de cocacola, combatimos la tala indiscriminada el Amazonas y compramos macoña de extranjis, y en el carnaval de Río perdemos el sentido mientras una mulata sexual como una gata rebola sus caderas y un garoto nos roba el celular. No nos preocupa librerar pueblos aun entrando en guerra con ellos. Comparamos productos ligth, verdes, biodegradables, naturales, sanos, artesanales, de mercado justo, a personas que no tienen sanidad, con vidas oscuras, contaminantes, y que no reciben el precio justo por el producto que venden. En fin, somos habitantes de un planeta en que vivimos saltando de un extremo a otro, de una rama a otra, mientras más alejadas entre si, mejor. Una nota positiva: nos hemos adaptado a ello. No sé que parte de nuestros ancestros era, así como hoy somos. Es posible que del cocodrilo, que llora mientras mata a sus víctimas, aunque esto no es del todo exacto. Parece que hay unas glándulas en su mandibula que le ayudan a lubricar sus ojos cuando come fuera del agua, de ahí la lágrima. Y otra nota, esta de verdad: nuestras contradicciones forman parte de nuestros sentimientos, y eso no hay cocodrilo que lo halla podido igualar.

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