lunes, 30 de junio de 2008

Objetiva

De las mil setecientas formas que hay de matar un sueño, elegiste la más dura.
De las mil seiscientas sesenta y nueve restantes, la más cruenta.
De las otras mil y pico la más suave y precisa.
Parecías una francotiradora.
Sigo.
Con las quinientas restantes hiciste una pila y separaste, las más dolorosas, las más astutas, las sucias, las que antes llegaban a su fin y las que más rodeos daban, que son al final las más certeras porque nunca sabes por donde, o como llegan, y nunca fallan.
Esas y todas las anteriores las detuve con la fuerza bruta de mi lógica.
Soy un animal afortunado porque Dios o la naturaleza (y en estos casos es bueno estar a bien con la fe y con el materialismo histórico); digo que la selección natural o dios, me han concedido un cerebrito bien diseñado.
Reuní todas tus razones, hice una hoguera y calenté mi raciocinio, mi alérgica piel y mis asmáticas caricias.
Pero solo necesitaste una, quirúrgica y precisa forma de matar mi sueño.
Fuiste objetiva.

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