Después de la foto, la modelo recogió el vestido y pasó al baño. Tenía prisa porque a las 8 entraba al trabajo. "¿A quien se le ocurre hacer una huelga de autobuses con la tarde tan perra que hace?". Afuera llovía a mares. Madrid era un cuadro velado por una cortina de agua intermitente. Ascendía de la calle un olor a mojado y a viejo en aquel barrio de la zona centro a espaldas de la Gran Via. Un revuelo de pasos se perdía en dirección al cielo por la escalera de madera que crujía como una vieja que se queja. "¡Quedamos en que me pagabas hoy!, ¡Ni mañana, ni la semana que viene! ¡Ahora hijo 'e puta, o te rajo como a un puerco!" La sonrisa asquerosa del fotógrafo se hizo aún más grande y se volvió más agria. Arrodillándose, recogió los billetes que habían volado por la habitación hasta caer muy cerca de sus pies gordos y enfundados en unas zapatillas llenas de talco y alcanfor. Bajó los quejosos escalones. Abrió el paragüas que dio un vuelco y se quedó desecho. Se cubrió el pecho voluminoso y terso, y salió corriendo con sus tacones imposibles bajo la lluvia. "Si no fuera por lo que es, recogería mis cosas y me iría pa' Cuba"
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